trata con destrezas basadas en habilidades de desempeño.
Para decirlo de manera muy sencilla, lo cognitivo trata con lo que el estudiante
sabe, lo afectivo trata con lo que el estudiante siente, y lo conativo trata con lo que el
estudiante puede hacer. La ilustración de una persona que se acerca a una señal de alto
mientras maneja su automóvil reúne y ejemplifica estos tres tipos de aprendizaje. Una
vez más, el aprendizaje “psicomotor” constituye la tercera categoría, pero el término
“conativo” describe tanto una destreza como una respuesta mecánica.
La palabra
“conativo” es simplemente el adjetivo derivado del sustantivo “conato”, sustantivo que
describe “el acto de intentar”, con un segundo significado que precisa aún más el punto –
“actuar resueltamente”.

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En el área cognitiva, el estudiante interpreta el significado de la señal de alto
como una orden para detener el vehículo. En el dominio afectivo el estudiante siente que
es importante ser un conductor precavido y un buen ciudadano al obedecer la orden de
detener el carro. En el dominio psicomotor conativo, el estudiante ha desarrollado un
hábito inconsciente de presionar el freno cuando quiere detenerse. ¿Comportamiento
deseado? El estudiante detiene su vehículo en la señal de alto aún cuando no haya otros
carros pasando ni policías cerca.
Al enseñar a los adultos debemos buscar un equilibrio entre estas tres metas
distintivas, lo cual se logra pensando en el estudiante. No es una tarea fácil, pero es
imperativa para poder enseñar a los adultos. Usted habrá notado que al referirnos a los
objetivos no hemos usado la palabra “conductual”, a pesar de que este término ha ganado
popularidad en nuestros tiempos. En realidad, el término “conductual” es tan amplio que
puede abarcar lo cognitivo, lo afectivo y lo conativo. No podemos limitarnos solamente
al conocimiento y los niveles de comprensión del dominio cognitivo. Debemos tratar de
llevar a nuestros estudiantes del estado de
“¿y qué?”
al estado de
“¡Ahá!”
Entendiendo los Grupos de Edad Adulta
En esta área encontramos los análisis más arbitrarios respecto a cómo se debe
enseñar a los adultos. Algunas iglesias y escuelas dominicales no se preocupan por
agrupar a los adultos según la edad, sino que los agrupan por género – clases para
hombres y clases para mujeres. Otros argumentan que para agrupar a los adultos por
edad se debe tener como pauta definitiva la organización de grupos con espacios de diez
años, con clases para las personas en sus 20, 30 ó 40 años, y así sucesivamente.
Debemos tener en mente que nuestra meta no se enfoca en cómo los adultos deben ser
divididos en clases, sino más bien en cómo los entendemos con respecto a sus
necesidades dentro de ciertos grupos generalizados de edad. Aún así, la división parece
arbitraria. Podemos decir que los adultos jóvenes son aquellos entre los dieciocho y los
treinta y cinco años de edad; los adultos de edad media van de los treinta y cinco hasta los


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- Fall '18
- Ramirez