ni otros par^metros estadísticos son representativos. Realmente, no hemos
analizado
más que la densidad de los apellidas de los cinco primeros intervalos.
En el último, abierto, se ha inferido la cifra de los nombres que en el conjunto
nacional n© alcanzan la proporción de uno por diez habitantes, aunque gran parte
de ellos la superen con creces en algunas regiones y comarcas.
Si bien, podríamos establecer con certeza los porcentajes en bastante^s de estos
apeilidos que se acercan al límite inferior de 0,1 por 1.000, ello conduciría a una
interminable graduaci©n en grupos, por lo que hemos preferído dejar un final
abierta, en una exposicíbn aproxima+da, puesto que un censo completo es dificil
de I^^grar por motivo de la continua aparición de nuevos apellidos ---tema del que
nos ocuparemos más adelante-- y de la acelerada desaparición de atros. Es posible
que un c
ŝ
,lculo exacto rebasara la cifra dada (28.893) como compendio, en dos o
tres
rnillares, pero también es probable que el desdoblamiento de apellidos ciom-
puestos y la elimínación de las variantes por distinta grafia, la redujera a menos
de los 20.000 nombres.
i,o que se desprende del cuadro anterior es que hay un 48,3 por 100 (frecuencia
aeumulada de las cinco primeras clases )-cerca de la mitad-- de apellidos vul-
gares, y qua un segundo grupo de menos cnrríentes sobrepasa el 40 pvr 100 d^ la
población (41,7 del quinto intervalo), así como el que las denominaciones no

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ESTADISTICA Y ANTROPONIMIA
159
usuales exceden ligeramente del l0 por 100, aunque en este último grupo la osci-
lación es amplísima, pue^s los hay que se acercan en su reiteración al uno por diez
mil habitantes,
mientras otros no Ilegan a la proporción de uno por cien mil,
aparte de esas rarezas, que no alcanzan la veintena, a causa de su inminente
extinción o de su reciente nacimiento.
Puede hablarse de una ley de desaparición gradual de apellidos en a.quellos
que no llegan a alcanzar cierta densidad por mor de la contingencia de que en
varias generaciones de las f amilias que los llevan no haya descendencia o suce-
sores varones.
Muchos, relevantes en los pasados sigl^os, han desaparecido o se
han fusionado con otros para subsi^stir. Contrariamente, por esa misma ley pro-
babilística, hay una notable propensián a la extensión de los apellidos vulgares,
en especial de los patronímicos, que invaden las grandes ciudades, presentando en
las clases medias coeficientes mayores que el total de la nación.
Una tercera consideración, es la de la incesante forrnación de nuevos califica-
tivos familiares por cambios legalmente autorizados.
En cuanto a la creación de modalidades por rnodificación de las grafías exis-
tentes, ya se hizo tod^o cuanto cabía hacer introduciendo en el léxico onomástico
las
más di^spares figuras por alteración de los nornbres reales primitivos.


- Spring '14
- AlanD.Webb