Rubio Muñoz, F.J.
Cuad. hist. mod.
42(1) 2017: 107-127
111
se basaba tanto en cuestiones académicas como personales. Así, Juan Escribano co-
braba, según los estatutos del Colegio, 20.000 maravedís por ser regente de griego
y realizar dos lecturas diarias. Éste enseñaba la cátedra de medianos en invierno de
nueve a diez de la mañana y lecciones de gramática de dos a tres de la tarde, mientras
que en verano lo hacía de ocho a nueve y de tres a cuatro respectivamente
15
. Por otro
lado, la cohabitación de regentes, vicerrectores y colegiales en las dependencias del
Trilingüe inevitablemente conllevaba la mezcla de los asuntos académicos con los
privados, lo cual sería una fuente de continuos conflictos.
A lo largo de la vida del bachiller Escribano fueron constantes y casi unánimes
las alabanzas proferidas por el claustro de profesores de la Universidad, tanto a su
trabajo en el Colegio como a su persona. De estos testimonios y de los suyos propios
se infiere que tenía un carácter reservado, entregado a sus estudios y a la denuncia
de las irregularidades del Trilingüe. Precisamente la situación precaria del Colegio
fue causada, principalmente, por la gestión nefasta de la mayoría de sus vicerrecto-
res, los cuales, en connivencia con algunos colegiales y otros miembros de la Uni-
versidad, se despreocuparon de su funcionamiento y aprovecharon sus recursos en
beneficio propio
16
. Entre ellos sobresalió Cristóbal del Río, que fue, sin duda, uno de
sus peores administradores, y, como veremos, uno de los principales enemigos del
regente de griego.
El bachiller Escribano asumió paulatinamente un importante papel –aunque a
menudo en la sombra– en la defensa del Trilingüe, jalonado con algunos contactos
indirectos con el Santo Oficio en los años previos a su encarcelamiento
17
. A resultas
de ello, al mismo tiempo que ponía de manifiesto la gravedad de la situación del Co
-
legio, paradójicamente se vio inmerso en una serie de acusaciones que culminaron
con su proceso inquisitorial y encarcelamiento en Valladolid.
