Una delicada obra teatral de Pedro Salinas,
La isla del tesoro,
coincide en su asunto con el de
Novela natural,
ya que en
La isla
hay
también una sensible joven que se enamora del desconocido propietario
de unas memorias que encuentra en el cuarto de un hotel. Las ventanas
del mismo dan sobre un canal próximo. La joven ignora que el autor

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MARIANO BAQUERO GOYANES
de ese diario, ocupante inmediatamente anterior de la habitación en
que ella lee ahora, se suicidó arrojándose a las aguas del canal.
Por otro lado recuerdo el relato de Soler de la Fuente,
Historia de
un sombrero verde
—ya estudiado en el cap. III de este libro— en el
que aparece una historia semejante. Publicado en
El Museo Universal
en 1860, bien pudo ser conocido por Alarcón e influir en su
Novela
natural.
Varios de los
cuentos amatorios
corresponden a la manera Karr de
Alarcón. Por más que hoy se trate de un escritor muy olvidado,
diversos testimonios y traducciones del siglo pasado nos informan de
cuan grande fue la popularidad de Alphonse Karr durante no pocos
años.
Sus artículos y cuentos eran traducidos, sus frases citadas y
parafraseadas
35
, y aún en los años finiseculares seguían publicándose
sus novelas vertidas al español
3<i
.
Ya hemos visto, al estudiar la obra narrativa de Agustin Bonnat,
cómo fue este el que indujo a Alarcón a seguir el estilo Karr de la
segunda manera
del guadijeño. Tal «contagio debió de ser rapidísimo,
y, como todo en Alarcón, extremoso»
37
. Cuando el autor escribe la
Historia de mis libros
se refiere a tal manera como a una «aberración»
que trajo como consecuencia el escribir «diez o doce novelillas estrafa-
larias o bufonas, que muy mal hicieron en celebrarme tanto algunos
periódicos».
Quizá entonces fueran aplaudidas esas historietas, pero lo cierto es
que la crítica posterior —y el mismo Alarcón— ha preferido los
cuentos no marcados ya por la
manera Karr.
Con todo, aunque esta
fuese tan deleznable literariamente, algunos aspectos de la posterior
producción alarconiana parecen acusar resabios o ecos de esa artificiosa
35
En la crónica de libros del n
Q
33 de 1846 del
Semanario Pintoresco Español
se da la
noticia de que en Barcelona apareció una colección de novelas,
Flores del Siglo:
«En cuanto a las obras extranjeras que han de formar parte de las
Flores del
Siglo,
solo podemos decir que ha habido gusto en la elección, especialmente en las de
Alfonso Karr, de ese famoso autor, cuya brillantez y poéticas producciones, que
conocemos muy a fondo, y a las cuales hemos pagado un tributo de admiración, no
podían menos de ser devoradas con ansiedad, con solo leer las primeras páginas y
producirán misteriosas emociones en todo el que sepa sentir» (pág. 264).
En
Museo Universal
de 1860 hemos encontrado esta significativa cita:
Ricardo Puente y Brañas, en su artículo
La Opera
dice: «Creo como Alfoso Karr que
los músicos son los hijos mimados del cielo» (n
a
4, 22 enero).


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